Las Diferentes maneras de afrontar la crisis de la Atención Primaria
Palabras clave:
Atención primaria, crisisResumen
Esta es la crónica de la crisis anunciada. Las sociedades científicas y otras asociaciones sociales y ciudadanas llevamos una década denunciando el abandono de la Atención Primaria (AP) desde muchos puntos de vista: demográfico, organizativo, financiero, de prestigio y falta de orientación.
La reforma de la AP de los años 80 del pasado siglo supuso un aire fresco al mundo sanitario; se crearon equipos de AP con diferentes profesionales con objetivos comunes, se protocolizó la asistencia, se implementó la historia clínica (¡no nos explicamos como se podía hacer de otra manera!) primero en papel, después informática, se crearon unidades docentes para hacer una formacion reglada de los futuros médicos de familia y las sociedades científicas empezamos a promover una modesta pero continua investigación. Buscamos nuevas orientaciones al trabajo asistencial con la creación de programas como el PAPPS, que es un referente nacional para las actividades preventivas, el PACAP, que nos puso delante el segundo apellido de nuestra especialidad: Comunitaria; sin olvidarnos de la comunicación, la atención familiar, la visión global de los pacientes. Nos convertimos, en una feliz expresión, en los médicos especialistas en las personas en contraposición del segundo nivel hospitalario que se especializa en órganos y sistemas.
Pero esta historia de éxito fue envejeciendo al mismo tiempo que la edad de los profesionales y de la población que atendemos, cada vez más longeva, pero más frágil, más preparada pero más compleja. El paradigma de la atención al paciente agudo, joven o con algún factor de riesgo ya no sirve para la epidemia de cronicidad y envejecimiento en la que nos encontramos. La organización se ha quedado obsoleta y se ha vuelto, inexplicablemente, más dependiente del nivel hospitalario en una absurda gestión de arriba abajo en contra de la lógica que debe presidir una situación como la actual donde las necesidades están en los cuidados, en la comunidad, donde residen los pacientes, sus familias y sus sobrecargadas cuidadoras. La fascinación tecnológica, y también la presión de los lobbies que la sustentan, ha causado más impacto en el desarrollo de la organización y orientación sanitaria que las verdaderas necesidades de la población, secuestrando una financiación indispensable para la adaptación del modelo de éxito de la AP al nuevo escenario sociodemográfico. Los médicos de familia sentimos que quedamos relegados, secuestrados por la gran máquina hospitalaria y ninguneados por la creación de las mal llamadas Gerencias de Atención Integrada, que no fue sino el fin del mínimo prestigio y consideración obtenido en los mejores años de la AP. Tengo que lamentar que, en mi experiencia, la falta de prestigio y consideración profesional fue más llamativo por parte de los gestores e incluso colegas hospitalarios que de nuestra población de referencia que nos sigue pidiendo consejo sobre los tratamientos pautados desde el nivel secundario.
Con todo este panorama sorprende que la mayor parte las administraciones sanitarias hagan un resumen de todo este largo proceso de deterioro con un mantra común: “faltan médicos” y, dado que sobre la formación no tienen competencias, eso les ha servido para encontrar la mejor disculpa para buscar responsables en otros ámbitos y caer en la inacción más desesperante. Además, cuesta trabajo escuchar en boca de los responsables de haber expulsado a miles de profesionales del sistema con ofertas de trabajo indignas, semejante argumento. Si en los últimos 10 años se han formado más de 15.000 médicos de familia y el sistema nacional de salud ha incorporado poco más de la mitad, el resto se ha ido, los han echado los que ahora dicen que faltan médicos. Lo que falta es planificación y buena gestión.
No ha sido exactamente igual la reacción en todas las comunidades, es cierto, y ahí tenemos el ejemplo de la comunidad madrileña, tan de actualidad, que ante la precariedad de la situación ha decidido culpabilizar a los profesionales sanitarios, insultarlos y maltratarlos. Es distópico oír a un político decir que la protesta esta “politizada”, como si la nefasta gestión de la pandemia primero y la de la vuelta a la normalidad después, no fuesen medidas políticas, de mala política sanitaria, por supuesto. En otros lugares del país se trató de dialogar con los profesionales para lograr llegar a un encuentro, como en Cantabria. Pero incluso hay otras en las que se apostó por medidas innovadoras, incluyendo la incorporación de nuevos perfiles profesionales que desmedicalizan, desburocratizan las consultas y vuelven a crear equipos mas multidisciplinares como en el caso de Cataluña.
¿Qué pasa en nuestra comunidad? Pues es el mejor ejemplo de la inacción como respuesta y la propaganda frente a la información. Hay muchos temas pendientes que se pueden empezar a desarrollar con la colaboración de todas las consellerías, empezando por el modelo territorial en el que pequeños municipios no pueden gestionar ningún servicio, pero se les exige una atención sanitaria ineficiente. La organización de los centros, con mayor protagonismo de sus jefes de servicio castigados hoy a la simple gestion de los permisos; los horarios y turnos absurdos (copiados, por cierto, de los turnos hospitalarios), la mayor competencia de los administrativos (donde no hay disculpa de falta de mano de obra) de enfermería, de las matronas y fisioterapeutas. La mejor coordinación sociosanitaria y con la comunidad con mayor número de trabajadoras sociales. La participación ciudadana en la gestión sanitaria para tomar las medidas que la población requiera. La participación de los profesionales en la gestion y mayor autonomía de los centros de salud, encorsetados hoy por las herramientas informáticas diseñadas para el control y no para el servicio a la asistencia sanitaria. La flexibilidad en los contratos, pero para mejorar la conciliación, no para empeorarla. Urge realizar un estudio pormenorizado de las necesidades de las plantillas para que puedan ser autosuficientes y no saturarse con la ausencia de compañeros de permiso o baja laboral. Y también hacer un repaso de los dispositivos que puedan ser unificados en función de la eficiencia y no del clientelismo (éste sí que es político)
Son muchas las tareas pendientes, pero son muchos los documentos, comparecencias parlamentarias y opiniones que lo han dejado claro. Hay que darle la vuelta al modelo, no poner parches y esperar a que escampe… o que lleguen nuevas elecciones. La población no se merece que sus impuestos no se empleen con eficacia e inteligencia, eso también es malversar.
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